EL PEQUEÑO ORGANON PARA TEATRO ESCRITO EN 1948
1
El "teatro" consiste en representar
ficciones vivas de acontecimientos humanos ocurridos o inventados, con el fin
de divertir. Esto es, en todo caso, lo que damos por supuesto en este escrito,
y tanto al hablar del teatro moderno como del antiguo.
2
Para abarcar más, podríamos añadir también los
acontecimientos entre hombres y dioses; pero ya que nuestro propósito pide sólo
unas reglas mínimas, podemos prescindir de ello. Y aunque admitiésemos esta
ampliación, el precepto de la función más general de la institución llamada
“teatro” seguiría siendo el de divertir. Es ésta la función más noble que hemos
encontrado para el teatro.
3
La tarea del teatro, como la de las otras artes, ha
consistido siempre en divertir a la gente. Esta tarea le confiere siempre su
especial dignidad. No precisa de otro requerimiento que el de divertir. Pero,
desde luego, éste le es absolutamente imprescindible.
No se le situaría en una posición superior si, por
ejemplo se le hiciese un mercado de moral. Por el contrario, tendría que
procurarse el no rebajarlo con esta aspiración lo que ocurriría inmediatamente
si la moral no lograba divertir, y divertir precisamente a los sentidos (que es
con lo que la moral saldría ganando). Tampoco debiera proponerse el teatro 1a
tarea de enseñar, o la de enseñar cosas más útiles que el mero hecho de moverse
placenteramente, tanto corporal como espiritualmente. El teatro debiera ser una
cosa completamente superflua, siempre y cuando se dé por entendido que se vive
para lo superfluo. Las diversiones precisan de menos justificación que todo lo
demás.
4
Esto es lo que, según Aristóteles, pretendían los
antiguos con sus tragedias: nada mas alto ni nada más bajo que el divertir a la
gente. Cuando se dice que el teatro tiene su origen en el culto, lo único que
se dice es que el teatro llegó a serlo mediante una selección: no tomó de los
misterios su misión litúrgica, sino el placer que procuraban, pura y
simplemente. Y la catarsis aristotélica, la purificación mediante el temor y la
piedad, o por el temor y la piedad, es un 1avado que no sólo se festejaba
placenteramente, sino con el especial propósito de divertir. Exigir más del
teatro es concederle más, es proponerle un objetivo inferior al que le es
propio.
5
Incluso cuando se habla de una manera elevada y una
manera vulgar de divertir, se considera el arte como algo impenetrable, pues el
arte desea moverse hacia arriba y hacia abajo y que se le deje en paz si con
ello divierte a la gente.
6
Sin embargo, hay diversiones débiles (simples) y
fuertes (complejas) que el teatro es capaz de ofrecer. Estas últimas, con las
cuales nos encontramos en el gran arte dramático, alcanzan su elevación algo
así como la alcanza el amor en la cohabitación: son mucho más complicadas, más
ricas en aspectos, más contradictorias y preñadas de consecuencias.
7
Y las diversiones de las distintas épocas fueron
naturalmente diferentes entre sí, según las maneras que los hombres tenían de
convivir. Estas últimas, con las cuales nos encontramos en el gran arte
dramático, alcanzan su elevación algo así como lo alcanza el amor en la
cohabitación; son mucho más complicadas, más ricas en aspectos, más
contradictorias y preñadas de consecuencias.
7
Y las diversiones de las distintas épocas fueron
naturalmente diferentes entre sí, según las maneras que los hombres tenían de
convivir. El demos dominado por los tiranos tenía que ser divertido en
los circos helénicos distintamente a la corte feudal de Luis XIV. E1 teatro
tenía que ofrecer otras representaciones de la convivencia humana, y no sólo
representaciones de distinta convivencia, sino también representaciones de otro
género.
8
Según la clase de diversión, hecha posible y necesaria
por la forma contemporánea de convivencia humana, se tenían que construir otras
situaciones y otras perspectivas, y los personajes, con unas proporciones
diferentes. Las historias han de contarse de modos bien diferentes si se trata
de divertir a aquellos griegos con la inexorabilidad de las leyes divinas, cuyo
desconocimiento no les libra del castigo, o a estos franceses con su airoso
autodominio exigido por el código palatino de los deberes impuestos a los
grandes de la tierra, o a los ingleses de la época isabelina con su autoconciencia
del nuevo individualismo desatado.
9
Y es necesario no perder de vista que la diversión
procurada de maneras tan distintas, apenas si dependía del grado de semejanza
de la representación con lo representado. La inexactitud o, incluso, la evidente
inverosimilitud, molestaban poco o nada, mientras la inexactitud poseyera una
cierta consistencia y la inverosimilitud fuese coherente. Era
suficiente la ilusión de un proceso
necesario de la historia representada, obtenida por toda clase de medios poéticos
y teatrales. También nosotros pasamos por alto y con gusto las numerosas
inexactitudes, cuando parasitamos en las anímicas purificaciones de Sófocles o
en los actos de sacrificio de Racine o en los crímenes pasionales de
Shakespeare, mientras intentamos apropiarnos de los hermosos y grandes
sentimientos de los protagonistas de estas historias.
10
Porque, de la gran variedad de maneras de
representación de acontecimientos humanos, realizados en el teatro desde los
antiguos y que divirtieron a pesar de sus incorrecciones e inverosimilitudes,
queda hoy todavía una cantidad asombrosa que sigue divirtiéndonos.
11
Si constatamos ahora nuestra capacidad para
divertirnos con representaciones de épocas tan diversas, lo que seguramente les
fue imposible a los hombres de aquellos tiempos poderosos, ¿no nos invita esto
a sospechar que todavía no hemos descubierto las diversiones especiales y los
entretenimientos específicos de nuestra propia época?
12
Debe haberse debilitado, pues, nuestro goce del teatro
en comparación con el de los antiguos, a pesar de que nuestra forma de
convivencia siga pareciéndose lo suficientemente a la de aquéllos como para que
su teatro siga interesándonos. Nos apropiamos de las obras antiguas por medio
de un procedimiento relativamente nuevo: la identificación (Einfühlung),
para la que no se prestan demasiado. Por ello la mayor parte de nuestro goce
proviene de otras fuentes que de aquellas que se abrieron poderosamente antes
de nosotros. Nos contentamos con las bellezas lingüísticas, con la elegancia
del desarrollo de la fábula, con las situaciones que nos producen
representaciones independientes; en una palabra, con los accesorios de las
obras antiguas. Pero estos son precisamente los medios poéticos y que ocultan
las incongruencias de la historia. Nuestros teatros ya no poseen la capacidad
ni el gusto para contar con claridad aquellas historias, ni siquiera las que no
son tan antiguas, como las de Shakespeare; es decir de hacer verosímil la
concatenación de los sucesos. Y según Aristóteles, y también según nuestro
parecer, la fábula es el alma del drama. Cada vez nos molesta más el
primitivismo y la despreocupación de las representaciones de la convivencia
humana, y esto no sólo en las obras antiguas sino también en las actuales que han
sido creadas conforma a modelos antiguos. Todo nuestro modo de gozar empieza a
hacerse inusual.
13
Lo que reduce nuestro placer en el teatro son las
incongruencias en la representación de los acontecimientos humanos. Y la causa
de esto está en que estamos situados ante las cosas representadas de un modo
distinto al de los que nos precedieron.
14
Si investigamos qué clase de entretenimiento
inmediato, de diversión comprehensiva y total podría procuramos nuestro teatro
con representaciones de la convivencia humana, nos veremos obligados a
considerarnos a nosotros mismos como hijos de una época científica. Nuestra
convivencia como hombres -esto es: nuestra vida- está determinada por la
ciencia en una proporción completamente nueva.
15
Hace algunos cientos de años, algunas personas de
diferentes países, aunque relacionadas, empezaron a hacer experimentos
encaminados a descubrir los secretos de la Naturaleza. Pertenecían
a la clase de los artesanos de las ya poderosas ciudades; comunicaron sus
descubrimientos a gentes que supieron explotarlos en la práctica y que, de las
nuevas ciencias, no les importaba otra cosa que sus ganancias personales.
Oficios que durante mil años habían practicado los mismos métodos sin
variaciones, se desarrollaron prodigiosamente, y en muchos lugares, que se
relacionaban entre sí por razones de competencia, se reunieron grandes masas de
personas llegadas de todos los puntos, y que, organizadas según un nuevo
sistema, comenzaron una producción gigante. Muy pronto la humanidad desplegó
unas fuerzas cuya intensidad ni siquiera en sueños se hubiese podido imaginar.
16
Fue como si la humanidad sólo entonces se hubiese
puesto manos a la obra, consciente y unitariamente, para hacer habitable la
estrella donde vivía. Muchos de los elementos, como el carbón, el agua y el
petróleo, se transformaron en tesoros. Se utilizó el vapor para mover
vehículos; ciertas chispas y el estremecimiento de las ancas de rana
denunciaron una fuerza natural capaz de producir luz y de llevar el sonido de
un continente a otro, etc. El hombre miró a su alrededor con nuevos ojos y vio
cómo las cosas, desde siempre vistas como nunca explotadas, podía emplearlas en
beneficio de su comodidad. Su contorno fue transformándose decenio tras
decenio, después año tras año, y finalmente casi día a día. Yo, que escribo
esto, lo estoy haciendo con una máquina desconocida cuando nací. Me desplazo
con los nuevos vehículos a una velocidad que mi abuelo no podía ni imaginarse;
nada se movía entonces tan rápidamente. Y puedo elevarme por los aires, cosa
que mi padre no podía hacer. Con mi padre pude ya hablar desde un continente a
otro; pero sólo con mi hijo puedo ver las imágenes en movimiento de la
explosión de Hiroshima.
17
Aunque las nuevas ciencias han posibilitado un extraordinario
cambio y, ante todo, le han dado a nuestro mundo una gran plasticidad, no por
ello puede decirse que su espíritu nos llene y determine a todos. La causa de
que la nueva manera de pensar y sentir no haya penetrado todavía profundamente
en las grandes masas humanas, debe buscarse en el hecho de que las ciencias, a
pesar de sus éxitos en la explotación y dominio de la Naturaleza, se ven
entorpecidas por la clase burguesa (cuyo poderío se debe precisamente a las
mismas ciencias). Esta clase impide que las ciencias operen en determinada zona
que se mantiene así en sombras: la de las relaciones de los hombres entre sí en
el ejercicio de la explotación y dominio de la Naturaleza. Esta
actividad de la
cual dependen las demás se cumple sin
que los nuevos métodos de pensamiento que la habían posibilitado aclarasen sus
relaciones reciprocas, gracias a las cuales existía. La nueva concepción de la Naturaleza no se aplicó
simultáneamente a la sociedad.
18
En realidad, las relaciones recíprocas de los hombres
se han vuelto mucho más opacas de lo que nunca lo fueron. La gigantesca empresa
común en que están empeñados parece dividirlos cada vez más; los aumentos de la
producción provocan aumentos de miseria, y en la explotación de la Naturaleza só1o unos
pocos salen ganando, y esto debido a que estos pocos explotan al total de los
hombres. Lo que podría significar progreso para todos se convierte en ventaja
de unos pocos, y una parte cada vez mayor de la producción se emplea en
producir medios de destrucción en guerras brutales. En estas guerras las madres
de todas las naciones, mientras estrechan a sus hijos contra el pecho, escrutan
aterrorizadas el cielo en busca de las mortíferas invenciones científicas.
19
Los hombres de hoy se encuentran ante sus propias empresas,
como en los tiempos antiguos ante las incalculables catástrofes naturales. La
clase burguesa, que debe a la ciencia su prosperidad y de la que a su vez sacó
su poderlo al hacerse su exclusiva beneficiaria, sabe perfectamente que si la
concepción científica se aplicara a sus empresas supondría el fin de su
poderío. Por ello, la nueva ciencia que se ocupa del modo de ser de la sociedad
humana, y que fue fundada hace unos cien años, surgió de la lucha de los
oprimidos contra los opresores. Desde entonces, algo del espíritu científico ha
llegado a las profundidades con la nueva clase de los trabajadores, cuyo
ambiente vital es la producción: desde su punto de vista, las grandes
catástrofes se presentan como obras de los dominadores.
20
La ciencia y el arte coinciden en que ambas existen
para facilitar la vida de los hombres; la primera, en cuanto los mantiene. La
segunda, en cuanto los entretiene. En la era que se anuncia, el arte extraerá
la diversi6n de la nueva productividad, la cual puede mejorar enormemente
nuestro mantenimiento y puede, si nada se lo impide, llegar a ser la mayor de
todas las diversiones.
21
Si queremos entregarnos a esta gran pasión de
producir, ¿cómo deberán ofrecerse nuestras representaciones de la convivencia
humana? ¿Cuál es la actitud productiva frente a la Naturaleza y frente a
la sociedad, que nosotros, hijos de una era científica, debemos adoptar
placenteramente en nuestros teatros?
22
Nuestra actitud habrá de ser crítica. Si se trata de
un río, la actitud consistirá en regularlo. Si es un árbol frutal, en hacerle
injertos; si se trata de los desplazamientos, construyendo vehículos para la
tierra y el aire; si se trata de la sociedad,
revolucionándola. Nuestras
representaciones de la convivencia humana están destinadas a los constructores
de diques, a los cultivadores de árboles, a los constructores de vehículos, a
los revolucionarios de la sociedad, a quienes traemos a nuestros teatros y a
quienes rogamos que no olviden, cuando están con nosotros, sus joviales
intereses, con el fin de confiar el mundo a sus cerebros y a sus corazones para
que lo transformen según su criterio.
23
El adoptar una actitud tan libre si se entrega a las
corrientes más rápidas de la sociedad, y se alía con aquellos que más ansiosos
están de que se produzcan grandes cambios. Y si no hay otra cosa mejor, el mero
deseo de que nuestro arte se desenvuelva conforme a los tiempos actuales, hace
ya que el teatro de la época científica llegue en seguida a los suburbios,
donde, sin dificultades, por decirlo así, se ponga al servicio de las grandes
masas (que producen mucho y viven difícilmente). Y estas masas verán en el
teatro reflejados sus grandes problemas y podrán divertirse útilmente. Es
posible que les cueste pagar nuestro arte y que no entiendan sin más la nueva
especie de entretenimiento, y que nos sea preciso aprender a encontrar, en
muchos casos, lo que necesitan y cómo lo necesitan. Pero de su interés podemos
estar seguros. Estos hombres, que parecen estar tan alejados de las ciencias
naturales, sólo lo están porque se les mantiene alejados, y para poder
apropiarse esas ciencias tienen que desarrollar antes una nueva ciencia de la
sociedad y ponerla en práctica. De esta manera son ellos los verdaderos hijos
de la era científica y su teatro no se pondrá en movimiento si ellos mismos no
lo mueven. Un teatro que hace de la productividad la fuente principal de
diversión, tendrá que tomar a la misma productividad como tema, y esto con celo
especial actualmente, cuando el hombre se ve impedido por todas partes y por
otros hombres para producirse a sí mismo; es decir, a conquistar su sustento, a
divertirse y a que le diviertan. El teatro tiene que comprometerse con la
realidad con el fin de extraer representaciones realmente eficaces de la
realidad.
24
Ahora bien, esto invita al teatro a apoyarse del mejor
modo posible en los estudios teóricos y otras clases de publicaciones. Porque,
si bien no se le puede entorpecer con toda clase de materias científicas, con
las cuales no conseguiría divertir, le queda en cambio la vía libre para
divertirse con el estudio y la investigación. Produce entonces representaciones
prácticas de la sociedad capaces de influirla, y esto como en un juego: expone
a los que construyen la sociedad las experiencias vividas por la sociedad
(tanto las antiguas como las actuales), de tal manera que puedan “disfrutar”
con las sensaciones, conocimientos e impulsos que los más apasionados, los más
sabios y los más activos de entre nosotros han experimentado a base de los
acontecimientos de cada día y del siglo. Ellos se divertirán con la sabiduría
nacida de la solución de los problemas, con la ira en que puede transformarse
útilmente la compasión hacia los oprimidos, con el respeto hacia lo que hay de
respetable en el hombre, es decir, con lo que es digno de ser amado en el
hombre; en una palabra, con todo aquello que divierte a los que producen.
25
Y esto permitirá también al teatro que
los espectadores disfruten con la moralidad específica de su época ligada a su
productividad. La crítica, es decir, el gran método de la producción, al
hacerse placer no le obliga al teatro a hacer nada en el terreno de la moral,
pero le permite muchas cosas. La sociedad puede incluso extraer placer de lo
asocial siempre que se presente con vitalidad y grandeza, porque lo asocial, de
esta manera, muestra con frecuencia una inteligencia y unas capacidades de
auténtico valor, aunque empleados en forma destructiva. La sociedad también
puede disfrutar libremente en toda su grandeza de los desbordamientos catastróficos,
siempre y cuando sea capaz de dominarlos: sólo entonces son suyos.
26
Para semejante tarea, naturalmente, no podemos
valernos del teatro tal y como nos lo hemos encontrado hecho. Vayamos a uno de
esos locales y observemos el efecto producido sobre los espectadores. Nos
veremos rodeados de seres inmóviles en un extraño estado: parecen contraer con
gran esfuerzo todos sus músculos, o los tienen relajados como en un gran
debilitamiento. Apenas si existe comunicación entre ellos: parece una reunión de
gente que duerme, pero con sueños inquietos, porque, como dice el dicho
popular, las pesadillas se tienen cuando se duerme de cara arriba. Tienen,
claro está, los ojos abiertos, pero más que mirar están como hipnotizados: y
más que escuchar, son todo oídos. Miran como “hechizados” el escenario
(expresión de la Edad Media,
época de brujas). Mirar y oír son actividades a veces divertidas; pero esta
gente no parece estar allí para hacer algo, sino para que se haga algo con
ella. Su estado de rapto en el que se abandonan a sensaciones imprecisas pero
poderosas, es tanto mayor cuanto mejor trabajan los actores: por lo que
nosotros, a quienes este estado no nos gusta, desearíamos que los actores
fuesen pésimos.
27
Por lo que se refiere al mundo mismo, del cual se han
tomado diferentes aspectos para producir estas emociones y estados de ánimo, se
representa allí con tan escasos y mezquinos elementos (como el cartón, un poco
de mímica y otro poco de texto), que hay que admirar a la gente de teatro por
su capacidad de conmover tan profundamente los sentimientos de sus ya
predispuestos espectadores, con una calcomanía tan miserable y con mayor
intensidad que lo que el mismo mundo consigue.
28
Pero debiéramos excusar a la gente de teatro porque,
de todos modos, ni podrían plasmar con más exactas reproducciones del mundo las
diversiones que venden a cambio de dinero y de gloria, ni lograrían ofrecer de
manera menos mágica esas inexactas reproducciones. Es bien conocida su
capacidad para representar los personajes de cualquier obra teatral: los
personajes que encarnan la canalla y las figuras secundarias, dejan bien
patente el conocimiento que la gente de teatro tiene de la naturaleza humana, y
se distinguen unos de otros pero se mantiene el cambio a los personajes centrales
en el plano genérico, con el fin de que el espectador se pueda identificar
fácilmente con ellos y, sobre todo, se hace que sus rasgos estén tomados de
aquel ámbito estricto, en el cual cualquiera pueda decir: “Es verdad, las cosas
son así.” Porque el espectador desea entrar en posesión de determinadas
sensaciones, como lo
quiere el niño cuando se sienta en e1
caba1lo de madera de un tiovivo: la sensación de orgullo de poder montar un
caballo y de que éste sea suyo; el placer de dar vueltas delante de otros
niños; el sueño aventurero de perseguir, etc. Para todas estas vivencias el
hecho de que el vehículo de madera se parezca a un caballo no tiene mucha
importancia, ni 1a tiene el hecho de que la cabalgada esté limitada a un
pequeño círculo. Lo que les interesa a los espectadores de estos teatros es
poder realizar el engañoso cambio de un mundo contradictorio por otro armónico,
o de uno no muy bien conocido por otro de ensueños.
29
Así es el teatro que nos hemos encontrado hecho y con
el cual queremos realizar nuestra tarea. Y ha sido perfectamente apto para
transformar a nuestros confiados amigos (a los cuales hemos llamado hijos de 1a
era científica), en una masa atemorizada, crédula y “hechizada”.
30
Es cierto que desde hace aproximadamente medio siglo
los espectadores han tenido ocasión de ver representaciones bastante fieles de
la convivencia humana, así como personajes que se rebelaban contra ciertos
males sociales o incluso contra la total estructura de la sociedad. Y muy
grande debía ser su interés, para soportar dócilmente la increíble reducción en
la lengua, en la fábula y en los horizontes espirituales que allí se les daban,
ya que la brisa de espíritu científico casi marchitaba los acostumbrados
encantos. Pero el sacrificio apenas si valía la pena. La mayor fidelidad de la
representación perjudicaba a 1a diversión, sin poner otra en su lugar. El campo
de las relaciones humanas se hizo más visible, pero no más transparente. Las
sensaciones, conseguidas según las formas (mágicas) antiguas, seguían siendo
anticuadas.
31
Entonces, como después, los sistemas de diversi6n
teatral pertenecían a una clase interesada en mantener el espíritu científico
dedicado exclusivamente al ámbito de la Naturaleza, sin atreverse a aplicarlo al ámbito
de las relaciones humanas. La exigua parte proletaria del público, fortalecida
de un modo inseguro e insuficiente por los trabajadores intelectuales
apóstatas, necesitaba todavía la antigua forma de diversión que le hacía más
1levadera su esclavizada manera de vivir.
32
Y sin embargo, ¡manos la obra! ¡No hay que
desanimarse! Nos hemos metido en la lucha, ¡vamos pues a luchar! ¿No hemos
visto cómo la incredulidad mueve montañas? ¿No es suficiente con que hayamos
descubierto que se nos oculta algo? Delante de éstas y aquellas cosas cuelga un
telón... ¡levantémoslo, pues!
33
El teatro que ya encontramos hecho muestra la
estructura de la sociedad (representada en la escena) como no influenciable por
la sociedad (la que se sienta en las butacas del
teatro). Edipo, que pecó contra algunos
principios que mantenían la sociedad de su tiempo, es castigado por los dioses
a quienes no se puede criticar. Los grandes personajes de Shakespeare, que
llevan la estrella de su destino en el pecho, cumplen su irremediable y mortal trayectoria,
y se matan; la vida, y no la muerte, resulta obscena en su derrota, ya que la
catástrofe no es criticable. ¡Por todas partes víctimas humanas! ¡Bárbaros
entretenimientos! Sabemos que los bárbaros poseen un arte. ¡Hagamos nosotros
otro distinto!
34
¿Hasta cuándo tendrán nuestras obras que abandonar, al
amparo de la oscuridad de la sala, sus “pesados" cuerpos para penetrar en
el ensueño del escenario con el fin de participar en sus arrebatos que "de
otro modo” nos son negados?¿Por qué va ser esto una liberación si al final de
todos estos dramas -final feliz para el espíritu de los tiempos: la providencia
admitida, el ordenamiento de la tranquilidad- vivimos la ejecución ilusoria que
castiga los raptos como si fuesen desórdenes? En el Edipo nuestra
actitud es aún rastrera, porque todavía existen los tabúes y porque la
ignorancia no protege contra el castigo. En el Otelo, porque los
celos dan mucho quehacer y todo depende de la posesión. En el Wallenstein,
porque tenemos que ser libres para la lucha competitiva y ser leales: de lo
contrario la lucha termina. También obras como Espectros y Los
tejedores fomentan estas costumbres incubas, porque en ellas la
sociedad se presenta al menos como "ambiente" problemático. Pero ya
que las sensaciones, las ideas y los impulsos de los protagonistas nos son
impuestos, no podemos obtener otra cosa, por lo que a la sociedad se refiere,
que lo que procura el "ambiente ".
35
Necesitamos un teatro que no sólo procure sensaciones,
ideas e impulsos, facilitado por el correspondiente campo histórico de las
relaciones humanas que tienen lugar en la acci6n, sino que aplique y produzca
aquellos pensamientos y sentimientos que juegan un gran papel en la
transformación del mismo campo.
36
Este campo de las relaciones humanas debe ser
caracterizado en su relatividad histórica. Esto significa que hay que romper
con el hábito de camuflar las diferencias de las distintas estructuras sociales
de las épocas pasadas, con el fin de que se parezcan a nuestra estructura, con
lo que ésta resulta ser algo que ha existido siempre, esto es, eterno.
Nosotros, en cambio, queremos tener presentes esas diferenciaciones, así como
su carácter transitorio, con el fin de que también nuestra época pueda ser
comprendida como transitoria. (En este punto, naturalmente, de nada sirven el
colorismo y el folklore que nuestros teatros emplean, precisamente, para
mostrar más acentuadamente las semejanzas en el comportamiento humano de las
distintas épocas. Más adelante hablaremos de los medios teatrales.)
37
Si movemos a los personajes en el
escenario mediante fuerzas sociales, y distinguimos según las épocas, entonces
dificultamos a los espectadores su tendencia a identificarse. Ya no se sentirán
impelidos a pensar: “Así actuaría yo también , sino que, como máximo, dirían:
“Si yo hubiese vivido en esas circunstancias...” Y cuando representemos obras
de nuestro tiempo como obras históricas, también entonces las circunstancias en
las que el mismo espectador se mueve, podrán aparecer con toda claridad, y esto
será el principio de su actitud crítica.
38
Estas "condiciones históricas" no deben ser
concebidas (ni representadas) como fuerzas oscuras (en el trasfondo), sino
entendidas como producto de los hombres, y mantenidas por ellos (y por ellos
transformadas), es decir: surgidas de lo que va ocurriendo en la escena.
39
Si el personaje responde históricamente de acuerdo con
su época y respondería distintamente en otras épocas, ¿no es, por antonomasia,
un hombre cualquiera? Desde luego. Porque cada cual responde según los tiempos
y la clase a la que pertenece. Si viviese en otros tiempos, no viviese tanto, o
viviese a la sombra de la vida, respondería sin duda de otro modo, pero de una
manera tan determinada como lo haría cualquiera en la misma situación Y tiempo.
Pero, ¿no debemos preguntarnos si existen otras diferencias en las
respuestas?¿Dónde está el hombre vivo, incambiable, que precisamente no es en
todo semejante a sus semejantes? Es evidente que la representación debe
mostrarlo y esto será posible si se logra expresar esta contradicción en la
representación. La imagen historificadora tendrá algo de los bocetos que, en
torno a la figura elaborada, acusan 1as huellas de otros movimientos y otros
brazos. O se puede pensar en un hombre que recite un discurso en un valle y
que, al hablar, cambia de opinión, o que incluso dice frases que se
contradicen, mientras el eco, por su parte, confronta lo que va diciendo.
40
Tales representaciones exigen, naturalmente, una
formulación que permita libertad y movilidad al espíritu del espectador. Éste,
por decirlo así, tiene que poder efectuar continuamente montajes a base de
nuestra construcción, abstrayendo en el pensamiento las fuerzas sociales o
sustituyéndolas por otras. Este procedimiento le da algo de “no natural” al
comportamiento actual, con lo que las fuerzas actuales pierden, por su parte,
su naturalidad y se hacen manejables.
41
Es el caso del ingeniero de canales al ver un río.
Además del cauce natural ve el cauce imaginario que podría haber tenido el río si
la pendiente del terreno hubiese sido distinta o el caudal de agua fuese otro.
Y mientras él ve en su imaginación un nuevo río, oye el socialista, en
pensamientos, nuevas clases de conversaciones entre los campesinos que trabajan
en el río. Así tendría que ver el espectador en el escenario los hechos que
ocurren entre tales campesinos,
enriquecidos por las huellas de aquellos bocetos y de aquellos ecos.
42
El tipo de actuación teatral experimentado en el
Schiffbauerdam-Theatre de Berlin. durante las dos Guerras Mundiales, se basa en
el efecto de distanciamiento (Verfremdungseffekt-efecto V). Representación
distanciadora es aquella que permite reconocer el objeto, pero que 1o muestra,
al propio tiempo, como algo ajeno y distante (Freud). El teatro antiguo y
medieval distanciaba a los personajes con máscaras de hombres y animales. EI
asiático emplea todavía hoy efectos V musicales y mímicos. Estos efectos
impiden, sin duda, la identificación (Einfühlung) y sin embargo, está técnica
se basa en un fondo de hipnotismo y sugestión, en un grado mayor que aquella
técnica que busca la identificación. Los objetivos sociales de estos antiguos
efectos son completamente distintos de los nuestros.
43
Los antiguos efectos V impiden completamente la
intervención del espectador en la cosa representada y se la muestra como algo
fatal. Los nuevos, nada tienen de impenetrables: es la concepción no científica
la que imprime a lo ajeno su carácter de impenetrabilidad. Los nuevos efectos
de distanciamiento deberían quitarles a los acontecimientos socialmente
influenciables solamente su sello de familiaridad que actualmente les preserva
de la intervención por parte del hombre.
44
Lo que desde hace tiempo no ha sufrido cambios parece
inmutable. Por doquier nos encontramos con cosas que de tan evidentes parecen
no requerir que las entendamos. Lo que se experimenta conjuntamente, les parece
ser a los hombres 1a vivencia humana natural. El niño que vive en un mundo de
ancianos, aprende cómo ocurren allí las cosas: lo que para ellos es un proceso
indiferente, para él es una cosa natural. Si uno de ellos es lo bastante audaz
como para desear algo distinto, es porque lo desea como excepción. Aunque
llegara a darse cuenta de que el “destino” no es otra cosa que el destino
marcado por la sociedad, aún le parecería que es totalmente imposible influir
sobre la sociedad, es decir, sobre esta suma poderosa de seres semejantes que
es como un todo y cuya suma es mayor que las partes. Y si la sociedad no se
deja influir y además resulta familiar, ¿cómo va a desconfiarse de lo que es
familiar? Para que todas estas cosas, dadas como evidentes, lleguen a parecerle
problemáticas, tendría que desarrollar aquella mirada distanciadora con que el
gran Galileo contempló la lámpara que oscilaba. Galileo miró extrañado estos
movimientos como si no los hubiese esperado así y como si no los en tendiese.
De esta manera llegó a descubrir sus leyes. Esta mirada difícil y fecunda es la
que el teatro tendría que provocar con sus representaciones de la convivencia humana.
El teatro debe hacer que su público se extrañe, y esto ocurre gracias a la
técnica de distanciar lo familiar.
45
Esta técnica permite al teatro adaptar
el método de la nueva ciencia social, el materialismo dialéctico, a sus
representaciones. Para entender la sociedad en su movimiento, este método trata
las condiciones sociales como procesos y los sigue en su contradictoriedad.
Para este método todo existe solamente en cuanto se transforma, es decir, en
contradicción consigo mismo. Esto vale también para los sentimientos, opiniones
y actitudes de los hombres en los que se expresa el modo correspondiente de su
convivencia social.
46
Uno de los placeres de nuestro tiempo, que ha
conseguido tantas y tan variadas transformaciones de la Naturaleza, es el
concebir las cosas como transformables por nuestra intervención. El hombre
encierra muchas cosas, se dice; entonces es mucho lo que podrá hacerse de él.
No es necesario que permanezca tal como es. No solamente debe mirársele tal
como es, sino también tal como podría ser. No hay que partir del hombre, sino
ir hacia él. Esto significa que no basta con ponerme sólo en su lugar, sino que
he de ponerme frente a él, en representación de todos. Por ello debe el teatro
distanciar todo lo que muestra.
47
Para producir efectos V, el actor debiera dejar de
lado todo lo que ha aprendido y cuya finalidad consistía en conseguir la
identificación del público con el personaje. Al no intentar que el público
caiga en éxtasis, ya no necesita él mismo extasiarse. Sus músculos deben
permanecer relajados. En cambio, si hace, por ejemplo, un gesto de cabeza con
los músculos tensos, miradas y hasta las cabezas de los espectadores
“mágicamente”, con lo que se debilita la comprensión y la emoción en torno a
esos gestos. Su dicción debe librarse del tono de las salmodias eclesiásticas y
de aquellas cadencias que acunan a los espectadores y que les hacen perder el
sentido de las palabras. Incluso cuando represente a un poseído, no debe
aparecer como un poseso, porque sino, ¿cómo podrían descubrir los espectadores
aquello que posee a los poseídos?
48
Ni por un momento debe el actor transformarse
totalmente en el personaje. Un juicio como “No representaba a Lear, sino que
era Lear”, sería fatal para él. Debe limitarse a mostrar su personaje o, mejor
dicho, no debe limitarse a vivirlo. Esto no significa que cuando represente a
personas apasionadas tenga que permanecer frío. Pero sus propios sentimientos
no deben ser nunca, fundamentalmente, los de su personaje, con el fin de que
los del público tampoco lleguen a ser nunca los del personaje. El público debe
tener absoluta libertad.
49
El hecho de que el actor actúe en el escenario con
doble figura, como Laughton y como Galileo, de forma que el Laughton que
representa no se esfuma en el Galileo representado (a esta forma de actuar se
le ha dado el nombre de “épica”), no significa otra cosa, en última instancia,
que e1 proceso real y profano ya no volverá a ser
ocultado, pues quien está en el
escenario es realmente Laughton, mostrando cómo se imagina él a Galileo. Aunque
le admirara, el público no olvidaría a Laughton, naturalmente, incluso si
intentaba la total metamorfosis, pero perdería las opiniones y sentimientos de
este actor, que se habrían disuelto en el personaje. Es decir, las opiniones y
sentimientos del personaje serían ahora las del actor, con lo cual tendríamos
una sola muestra de estas opiniones y sentimientos y, con ello, conseguiría que
fuesen también los nuestros. Para evitar esta atrofia, el actor debe conseguir
que el acto de mostrar sea artístico. Por decirlo con un ejemplo imaginario:
Para independizar el aspecto de la actitud de mostrar, podemos añadir a esta
actitud un gesto. Por ejemplo: dejándole fumar al actor e imaginándonos cómo él
deja el cigarro para mostrarnos la siguiente actitud del personaje inventado.
Si esta interrupción (de fumar y dejar el cigarrillo) no tiene nada de
precipitación, y si esta despreocupación no se interpreta como dejadez (por
parte del actor), entonces tenemos ante nosotros un actor que nos permite
seguir el curso de nuestros pensamientos y de los suyos.
50
El actor debe realizar otra modificaci6n al comunicar
lo que representa: esta modificación contribuye a hacer el proceso más
“profano” (cotidiano). De la misma manera que el actor no tiene que engañar al
público para hacerle creer que no es él, sino el personaje inventado el que
está en el escenario, tampoco tiene que hacerle creer que lo que ocurre en el
escenario no se ha ensayado nunca y que ocurre por primera y única vez. La distinci6n
hecha por Schiller (carta a Goethe del 26-l2-1797) entre el rapsoda, que
da los acontecimientos como completamente pasados, y el mimo, que los da
como absolutamente presentes, ya no tiene sentido. En la actuación del actor se
tiene que ver claramente que ya conoce desde el principio el final de la obra,
y que por ello tiene que tener “una absoluta y despreocupada libertad”. En una
representación viva cuenta el actor la historia de su personaje sabiendo más
que éste; y no pone el aquí y “ahora” como una ficción posibilitada por las
reglas escénicas, sinO que los separa del “otro lugar” y del “ayer” para hacer
visible la conexión de los acontecimientos.
51
Esto resulta particularmente importante en la
representación de acciones de masas o cuando la situación histórica se
transforma profundamente, como en épocas de guerra y revoluciones. El
espectador puede ver entonces representados la situación de conjunto y el
proceso de las situaciones. Por ejemplo, al oír hablar a una mujer podrá
imaginarse cómo hablará, pongamos por caso, un par de semanas después; o podrá
imaginarse a otras mujeres diciendo otras cosas en otro lugar, aunque en este
mismo momento. Esto sería posible si la actriz actuase como si la mujer a la
que representa hubiese vivido hasta el fin de la época en cuestión y en el
recuerdo consciente de lo que ha ocurrido, seleccionara de las cosas que dijo
entonces, aquellas que resultaron ser importantes para su época; puesto que lo
importante es aquello que fue importante. Sólo será posible distanciar a
un personaje como “precisamente este personaje” y “precisamente este personaje
en este momento”, cuando se evite la ilusi6n de que el actor es el personaje, y
la representación lo acontecido.
52
Hay que evitar otra ilusión en este
punto: la de que cualquiera actuaría como el personaje. Del “Yo hago esto” se
ha llegado al “Yo hice esto”, y ahora debe llegarse de1 “Él hace esto” al “ÉI
hizo esto y no otra cosa”. Es una gran simplificación el conformar las acciones
al carácter y el carácter a las acciones: no es posible mostrar de este modo
las contradicciones que se observan en las acciones y en el carácter de los
hombres reales. No es posible demostrar las leyes del movimiento social a base
de “casos ideales”, ya que la “impureza” (contradictoriedad) forma parte,
precisamente, del movimiento y de lo movido. Lo que si es necesario y además
imprescindible es que se creen, en líneas generales, algo así como unas
condiciones de experimentalidad; es decir, que siempre resulte posible
imaginarse un experimento contradictorio. Aquí se trata, ante todo, de manejar
la sociedad como si hiciese lo que en realidad hace; esto es, como un
experimento.
53
No hay inconveniente en que en los ensayos, se emplee
el método de la identificación con el personaje (cosa que debe evitarse en las
representaciones ante el público) siempre y cuando sea éste uno más entre los
diversos métodos de observación. En los ensayos puede ser de utilidad; el
teatro actual, haciendo de él un empleo exagerado, ha llegado a caracterizaciones
muy refinadas. Pero se trata de la más primitiva de las formas de
identificación cuando el actor se pregunta simplemente “¿Cómo seria yo si me
ocurriera esto o aquello? ¿Qué pasaría si yo dijese esto o hiciese aquello?”,
en lugar de preguntarse “¿Cómo he visto que los hombres dicen esto o hacen
aquello?” Para, tomando de aquí y allá, construir el nuevo personaje, al cual
le haya podido suceder la historia y aún otras cosas. Se conseguirá la unidad
del personaje en cuanto las características particulares se contradigan.
54
La observación es un aspecto fundamental del arte
escénico. El actor observa con todos sus músculos y nervios a los demás
hombres, en un acto de imitación, el cual es, al mismo tiempo, un proceso
mental. Si se tratase de una mera imitación sólo conseguiría mostrar lo
observado, lo cual no es suficiente, ya que el original que lo expresa lo hace
en voz demasiado imperceptible. Para pasar de la copia grosera a la
representación, es preciso que el actor mire a las personas como si éstas representasen
aquello que hacen. En una palabra, como si le recomendasen al actor que medite
sobre lo que hacen.
55
Sin criterios y sin intenciones es imposible realizar
verdaderas representaciones. Sin saber, es imposible mostrar. ¿Y cómo saber lo
que vale la pena saberse? Si el actor no el actor no quiere ser ni un papagayo
ni un mico debe hacer suyo el saber de su tiempo sobre la convivencia humana,
participando en la lucha de clases. Es posible que a alguno le parezca esto
rebajarse, ya que -una vez que ha quedado establecido lo que va a cobrar como
actor-, coloca al arte en las más sublimes esferas. Pero 1as decisiones
supremas del género humano se conquistan en la tierra, no en el éter; en el
“exterior” y no en los cerebros. Nadie puede estar por encima de la lucha de
clases, ya que nadie puede situarse por encima de los hombres. La sociedad no
posee ningún altavoz común
mientras siga dividida en clases que se
combaten. En arte, “permanecer imparcial” significa ponerse del lado del
partido “dominante”.
56
Por lo tanto, la elección de una postura es otro de
los aspectos fundamentales del arte escénico, y la elección debe producirse al
margen del teatro. La transformación de la sociedad es un acto de liberación,
como lo es la transformación de la naturaleza. Y es la alegría surgida de la
liberación lo que debe realizar el teatro de la era científica.
57
Avancemos un paso más al investigar, por ejemplo, cómo
debe el actor, a partir de lo dicho, leer su papel. Es importante que no
pretenda “captarlo” demasiado deprisa. Aunque pretenda encontrar en seguida el
tono más natural para su texto y la forma más cómoda de decirlo, no debe
considerarse la recitación en sí como la más natural, sino que se demorará y
aplicará sus criterios generales, y traerá a colación otras maneras posibles de
decir el texto. En pocas palabras: adoptará la actitud del que se asombra. Y
esto, por dos motivos. Primero para no establecer su personaje demasiado
pronto, es decir, antes de conocer otras maneras de decir el texto y, especialmente,
antes de conocer las de los otros personajes, lo cual le llevaría a numerosas
adiciones. Y sobre todo, en segundo lugar, para introducir en la complexión del
personaje el “No esto-sino esto”, que tan importante resulta cuando se quiere
que el público, que representa a la sociedad, comprenda el proceso de los
hechos por el flanco más vulnerable a la intervención humana. Cada actor, en
lugar de hacer suyo solamente lo que cree que le es adecuado en cuanto
“estrictamente humano”, debe aspirar, ante todo, a lo que no le es adecuado y
especial. Al estudiar el texto tiene que memorizar también estas sus primeras
reacciones, reservas, críticas y perplejidades, con el fin de que no
desaparezcan en la versión definitiva de su personaje, pues lo que interesa no
es que se den como “resueltas”, sino como presentes y perceptibles. Porque los
personajes, y el conjunto, no deben tanto introducirse en el público, cuanto
reflejarse en él como si a éste se le ocurriera.
58
El actor debe aprenderse su papel juntamente con los
otros actores, y debe construir su personaje al unísono con la construcción de
los otros personajes. Porque la menor unidad social no es el hombre, sino dos
hombres. También en la vida nos construimos mutuamente.
59
Una de las malas costumbres de nuestro teatro, que,
sin embargo, encierra una buena enseñanza, es que el actor acostumbrado (la
estrella) se “destaca”, en buena parte, sirviéndose de los demás actores.
Consigue que su personaje sea temible o sabio a base de obligar a sus
compañeros a ser temerosos o apocados. Con el fin de dar a todos esta
oportunidad, y de este modo contribuir a la mejor explicación de la fábula,
deben los actores intercambiarse los papeles en los ensayos, para que los
personajes reciban de cada uno lo que de cada uno necesitan. Pero también es
bueno para el actor el ver a su
personaje de otra manera o en 1a figura
de otros. Un personaje acusa mejor su sexo cuando lo representa una persona del
sexo opuesto, y si lo representa un cómico, trágica o cómicamente, revela nuevos
aspectos. El actor, al contribuir a desarrollar a su antagonista, o por lo
menos, al ponerse en el lugar del actor que lo representa, afirma, sobre todo,
aquella decisiva postura social sobre la que se basa su personaje. El señor es
só1o señor del modo como el siervo le permite serlo, etcétera.
60
Son muchísimos, naturalmente, los elementos
constructivos que integran un personaje cuando éste entra en contacto con los
demás personajes de la obra. Y el actor tiene que conservar en su memoria las
sospechas y conjeturas nacidas de la lectura del texto. Pero aprende mucho más
cuando se ve confrontado con el trato que le deparan los otros personajes de la
obra.
61
El ámbito de las actitudes que los personajes
mantienen entre sí, es lo que llamamos el ámbito gestual. La actitud corporal,
el tono de voz y la expresión del rostro están determinados por un gesto social:
los personajes se insultan, se adulan, se aconsejan entre sí, etc. Forman parte
también de las actitudes que los hombres adoptan entre sí, aquéllas que son al
parecer completamente privadas, como la exteriorización del dolor físico
experimentado en 1a enfermedad, o las actitudes religiosas. Estas
exteriorizaciones gestuales son, por lo general, muy complicadas y
contradictorias, de modo que no se pueden interpretar con una sola palabra, y
el actor debe tener cuidado de que al representarlas con 1a necesaria
intensidad no se le pierda una parte y quede en cambio, acentuado el conjunto.
62
El actor dominará su personaje al seguir críticamente
la variedad de sus manifestaciones, así como las de sus antagonistas y las de
los restantes personajes de la obra.
63
Veamos ahora, con el fin de alcanzar el contenido
gestual, las escenas iniciales de una obra actual, mi Vida de Galileo.
Ya que lo que queremos es examinar de qué manera las diferentes manifestaciones
se aclaran recíprocamente, vamos a dar por supuesto que no se trata de la
primera aproximación a la obra. La obra comienza cuando Galileo a sus cuarenta
y seis años, se está lavando una mañana e interrumpe esta operación por la
consulta de libros y por la lección sobre el nuevo sistema solar al adolescente
Andrea Sarta. Si quieres mostrar esto, ¿no te será preciso saber que todo
terminará con la cena del sabio a sus setenta y ocho años, abandonado para
siempre por el mismo discípulo? En esta segunda ocasión le vemos terriblemente
cambiado, más de lo que explicaría el transcurso del tiempo. Come con una
voracidad desmedida, sin preocuparse de nada más; se ha desembarazado de sus
tareas educativas como de un fardo, él que entonces bebía la leche del desayuno
sin prestarle atención, ansioso por enseñar al muchacho. Pero, ¿la bebía
realmente con tanta despreocupación? ¿No hay el mismo placer en el
beber y el lavarse que en sus novísimos
pensamiento? No lo olvides: Galileo piensa por puro placer. ¿Y esto es bueno o
malo? Te aconsejo que lo muestres como algo bueno, porque no encontrarás en
toda la obra nada, en este punto, que sea desventajoso para la sociedad, y
sobre todo porque tú mismo, como espero, eres un valeroso hijo de la era
científica. Pero date clara cuenta de que esto traerá muchas y terribles
consecuencias. En efecto, está relacionado con esto (con su aspiración al
placer) el que este hombre que aquí saluda a los nuevos tiempos se vea obligado,
al final, a exigir a esta nueva era que le aparte con desprecio, aunque
apropiándoselo. Por lo que se refiere a la lección, debieras decidir, además,
si Galileo habla solamente. Porque, como dice el refrán, el corazón de tan
bueno se le sale por la boca. Y si le hablase de sus conocimientos a todo el
mundo, incluso a un niño. O si el niño tiene que sonsacarle su sabiduría
mostrando interés al conocer su carácter. Es decir, puede haber dos personas
que no puedan aguantarse sus deseos, la una de preguntar y la otra de
responder. Hay que tener en cuenta esa mutua comprensión, porque algún día será
destruida de mala manera. Desde luego, querrás demostrar la rotación de la Tierra a toda prisa porque
no te pagan, pero ahí llega el estudiante extranjero y rico, que tasa el tiempo
del maestro a peso de oro. El nuevo estudiante no muestra interés alguno, pero
hay que servirle, ya que Galileo carece de medios y, por lo tanto, se encuentra
entre el estudiante rico y el estudiante inteligente y tiene que elegir suspirando.
Al nuevo no le puede enseñar mucho, así que se deja instruir por él. Se entera
de la existencia del telescopio, que ha sido descubierto en Holanda: a su modo
se aprovecha de la interrupción de su trabajo matutino. Llega el rector de la Universidad. La
petición de Galileo para que le aumenten el sueldo, ha sido rechazada: la Universidad no quiere
pagar por las teorías de la física lo que paga por las teológicas, y le
solicita, va que él se mueve en un plano inferior de investigación, objetos de
utilidad cotidiana. En la manera como Galileo ofrece sus estudios teóricos, se
podrá ver como está acostumbrado a que los rechacen y corrijan. El procurador
le recuerda que la República
permite la 1ibertad de investigar, aunque pagando mal. Él contesta que esta
libertad le sirve de poco si no tiene una buena retribución que le permita el
ocio. Harás bien en no interpretar su impaciencia como demasiado altanera
porque no tendrías en cuenta su pobreza. Poco después le encontrarás sumido en
pensamientos que requieren. alguna aclaración: el heraldo de una nueva época de
verdades científicas estudia la forma de engañar a la República por dinero
ofreciéndole el telescopio como invento propio. Verás con asombro que estudia
el invento, en el que va a ganar un par de miserables escudos, únicamente para
comprenderlo bien. Si te adelantas hasta la segunda escena, descubrirás que ya
casi se ha olvidado del dinero cuando va a vender el invento, con su discurso,
deshonesto por sus numerosas mentiras, a su Señoría de Venecia; porque junto a
su aplicación militar ha descubierto la aplicación del instrumento a la
astronomía. Digamos, en términos comerciales, que la mercancía que se le hizo
producir bajo presiones, muestra su alta cualidad, especialmente para la misma
investigación que tuvo que interrumpir para producirla. Cuando, en la ceremonia
en que acepta, adulado, el inmerecido homenaje, le participa un científico
amigo suyo sus maravillosos descubrimientos (y no te pierdas cuán teatralmente
lo hace) verás en él una emoción mucho más profunda que la que le procura la
perspectiva del dinero. Aunque desde este punto de vista su charlatanería no
tiene gran importancia, muestra, sin embargo, hasta qué punto está decidido
este hombre a seguir el camino más fácil y a emplear su razón de cualquier
manera, sea buena o mala. Pero una prueba aún más significativa le espera, y
cuando se ha flaqueado una vez es fácil flaquear en lo sucesivo.
64
Interpretando este material gestual, el actor se
apropia de su personaje al tiempo que hace suya la “fábula”. Pero sólo a partir
de ésta, es decir, del conjunto bien delimitado de acontecimientos, podrá el
actor, como de golpe, alcanzar su figura definitiva, que resuelve en sí todos
los rasgos particulares. Si se ha esforzado en sorprenderse a la vista de las
contradicciones de las diferentes actitudes (sin olvidar que su tarea también
consiste en hacer que el público se sorprenda igualmente ante ellas); entonces
la fábula le dará, en su conjunto, la posibilidad de unificar las
contradicciones. Porque la fábula, como conjunto de acontecimientos
delimitados, expresa un sentido determinado, es decir, satisface tan só1o
determinados intereses de los muchos posibles.
65
Todo depende de la "fábula", que es el
corazón de la obra teatra1. Porque los hombres extraen todo lo que puede ser
discutido, criticado y transformado, precisamente de lo que ocurre entre ellos.
Aunque la persona concreta representada por el actor sea naturalmente más
amplia que la exigida por los acontecimientos de la fábula, esto, precisamente,
es lo que hace que estos acontecimientos sean más sorprendentes, ya que los
realiza aquella persona concreta. El objeto mayor del teatro es la “fábula”, la
composición total de todos los procesos gestuales, incluyendo las
comunicaciones y los impulsos con los que se va a divertir el público.
66
Todo hecho particular contiene un gesto fundamental: Ricardo
Gloster corteja a la viuda de su víctima. Por medio del círculo de tiza se
descubrirá la verdadera madre del niño. Dios hace una apuesta con el diablo por
el alma del doctor Fausto. Woyzek se compra un cuchillo barato para matar a su
mujer, etc. La necesaria belleza de la agrupación de las figuras en la
escena y del movimiento de los grupos ha de conseguirse, de manera especial,
por la elegancia con que se realice el material gestual y se presente a los
ojos del público.
67
Con el fin de evitar que el público se introduzca en
la fábula como en un río, para dejarse arrastrar a la merced de la corriente,
deben estar de tal manera concatenados los hechos, que se noten en seguida las
junturas. Los acontecimientos no debieran sucederse inadvertidamente, sino que
debe poderse intervenir por entre ellos mediante la facultad de juzgar. (Si por
algún motivo fuera interesante mantener en la oscuridad las conexiones
causales, debiera distanciarse entonces suficientemente esta circunstancia.)
Las partes de la fábu1a deben enfrentarse cuidadosamente, manteniéndose la
estructura propia de estas partes, como obritas dentro de la estructura global
de la obra. Para este fin convienen títulos como los señalados en el epígrafe
anterior. Estos títulos deben contener los aspectos sociales, pero, al mismo
tiempo deben dar a entender algo de la manera deseable en que se ha de hacer la
representación imitando, por ejemplo, y según convenga, el estilo de los
títulos de una crónica, de una balada, de un periódico o de un tratado de
costumbres. Una manera sencilla de interpretación distanciadora será, por
ejemplo, aquélla que suele usarse para describir sus usos y costumbres. Así,
puede interpretarse una visita, o el trato que se da a un enemigo, o el
encuentro de dos
amantes, o una negociación comercial o
política, como si se tratase de una costumbre que está en vigor en este lugar
determinado. Interpretado de esta manera, el hecho único y particular tiene una
apariencia extraña, ya que se presenta como algo general y en forma de
costumbre estereotipada. La sola pregunta sobre si realmente podría
transformarse aquel hecho en un uso, y en qué medida, hace ya que el hecho en cuestión
se presente como distanciado. Otra forma sería el estilo que emplean las
historietas poéticas que se puede estudiar en las barracas de feria llamadas
“panorámicas”. En efecto, el distanciamiento puede emplear también ese método
de dar cierta fama a las cosas: se pueden presentar ciertos hechos como si
fuesen famosos, como si fuesen conocidos por todo el mundo y desde hace mucho
tiempo, y hacer lo mismo con sus particularidades- y como si se esforzase el
que los presenta en no traicionar en absoluto a la tradición. En fin, existen
muchas formas de narración, ya conocidas o por descubrir.
68
Pero, ¿qué es lo que debe distanciarse y cómo? Esto
depende de la interpretación que quiera dar al conjunto de los acontecimientos,
y en ello puede el teatro poner de relieve, y con gran eficacia, los intereses
de su tiempo. Tomemos como ejemplo de esta interpretación el Hamlet.
Teniendo en cuenta los tiempos sanguinarios y sombríos en los cuales yo estoy
escribiendo esto, con unas clases dominadoras y crueles y con un extendido
escepticismo en el poder de la razón -a la que se sigue empleando
torcidamente-, creo yo que esta fábula puede interpretarse de la forma
siguiente: La época es belicosa. El padre de Hamlet, rey de Dinamarca, ha
matado al rey de Noruega en una victoriosa guerra de rapiña. Cuando el hijo de
este, Fortimbrás, se prepara para una nueva guerra, el rey de Dinamarca es
asesinado por su propio hermano. Los hermanos de los dos reyes muertos, ahora
reyes, renuncian a la guerra, con el acuerdo de permitir que las tropas
noruegas atraviesen el territorio danés para entregarse a una guerra de rapiña
en Polonia. Es en ese momento cuando Hamlet se siente conminado por el espíritu
de su belicoso padre a vengar el crimen cometido en su persona. Indeciso algún tiempo
de responder a un crimen con otro crimen, y decidido finalmente a marchar al
exilio, se encuentra en la costa al joven Fortimbrás, cuando éste se dirige con
sus tropas a Polonia. Conminado del espíritu belicoso de Fortimbrás, regresa
Hamlet para asesinar, en una espantosa carnicería, a su padre, a su madre y a
sí mismo, abandonando Dinamarca a los noruegos. En este proceso podemos ver
cómo este hombre joven, aunque ya un poco entrado en carnes, emplea de un modo
notablemente deficiente la nueva razón aprendida por él en la Universidad de
Wittenberg. La razón só1o le sale al paso dentro del marco de las rencillas
feudales, a cuya época retrocede. Frente a su praxis irracional su razón
resulta completamente inservible. La contradicción entre sus meditaciones
razonadoras y sus actos sanguinarios le conduce trágicamente a ser su víctima.
Esta manera de leer el texto, que admite, desde luego, otras interpretaciones,
me parece que podría interesar a nuestro público.
69
Todo nuevo avance, toda emancipación de la Naturaleza en el
proceso de la producción, conducen a una transformación de la sociedad. Todos
los experimentos que la
Humanidad realiza en una nueva dirección, con el fin de
mejorar su suerte, nos procuran (lo reflejan las literaturas como éxitos o como
fracasos) una auténtica sensación de triunfo y de confianza, y nos proporcionan
el placer de admirar las posibilidades de cambio de todas las cosas. Esto es lo
que piensa Galileo cuando dice:
“en mi opinión la Tierra es algo muy noble y
muy digno de admiraci6n, ya que se suceden en ella tantas y tan diversas
transformaciones y generaciones.”
70
La principal tarea del teatro consiste en la
interpretación de la fábula y en montarla mediante los efectos de
distanciamiento que le corresponden. Claro está que el actor no es quien debe
hacerlo todo, aunque nada se hará sin relación a él. La interpretación, montaje
y presentación de la “fábula” correrá a cargo del teatro en su totalidad:
actores, escenógrafos, músicos, coreógrafos, especialistas en máscaras y
vestuario. Todos ellos reunirán sus diferentes artes en la común tarea, aunque
ninguno tenga que perder por ello su independencia.
71
Las intervenciones musicales que se dirigen al público
acentúan las canciones, y son el gesto general del mostrar que acompaña siempre
a lo que se quiere mostrar de un modo especial. Por eso, no debieran pasar los
actores a ellas “sin transición”, sino, por el contrario, diferenciarlas
claramente del resto. Esto se consigue aún mejor con la ayuda de los medios
teatrales, como el cambio de luces o con titulares. La música, por su parte, se
resistirá a toda coordinaci6n con el texto; esa coordinación que siempre se da
por supuesta y que hace de la música una sirvienta sin iniciativas. Su tarea no
ha de ser la de “acompañar”, ni siquiera la de comentar. No se contentará con
“expresarse”, patentizando simplemente el ambiente emocional que la sobrecoge a
1a vista de los hechos. Tendrá que hacerse de otro modo: Eisler, por ejemplo,
ha atendido a la concatenación misma de los hechos al componer, para la
mascarada de los gremios en la escena del Carnaval, de Galileo,
una música triunfal y amenazadora, que explica el giro subversivo dado por el
bajo pueblo a las teorías astronómicas del sabio. De manera semejante, en El
círculo de tiza caucasiano, la fría e impasible melodía del cantor, que
describe la salvación del niño por la sirvienta, representada mediante una
pantomima en el escenario, pone al descubierto los horrores de un tiempo en que
la maternidad puede llegar a ser una debilidad suicida. Así que la música
puede, de muchas maneras, y completamente, establecerse por su cuenta, y a su
modo, tomar posición frente a los temas. Sin embargo, también puede servir para
dar variedad a la diversión.
72
De la misma manera que el músico recobra su libertad
al no tener que crear ambientes emocionales que faciliten al público el
entregarse pasivamente a los hechos mostrados en el escenario, también el
escenógrafo la recobra cuando, en la construcción de escenas, ya no tiene que
crear ilusiones de espacio o de lugar. Son suficientes las insinuaciones,
aunque éstas deben expresar lo que es interesante histórica y socialmente, con
mayor claridad que lo que consigue la actual ambientación. En el Teatro Hebreo
de Moscú se distanciaba El Rey Lear mediante una construcción que
recordaba un tabernáculo medieval; Neher puso el Galileo sobre un
fondo de proyecciones de mapas, documentos y obras de arte del Renacimiento; en
el teatro de Piscator, Heartlleld utilizó para Haitang despierta un
trasfondo de banderas giratorias con inscripciones, que indicaban el cambio de
la situación política, desconocida a veces por los mismos personajes en escena.
73
También la coreografía recupera sus tareas de estilo
realista. Es un error de los tiempos actuales el creer que ese arte nada tiene
que ver con las representaciones de “los hombres tal como son en realidad”.
Cuando el arte refleja la vida lo hace con reflejos especiales. El arte no se
hace irrealista al alterar las proporciones sino cuando las cambia de tal
manera que el público, al utilizar las representaciones prácticamente como
inspiraciones e impulsos, fracasa en la realidad. Es desde luego necesario que
la estilización no anule lo natural sino que lo acreciente. En todo caso, un
teatro que lo basa todo en el gesto no puede prescindir de la coreografía. La
misma elegancia de un movimiento o el encanto de una figura de danza sirven ya
para distanciar y los hallazgos de la pantomima contribuyen a realzar la
fábula.
74
Si se invita aquí a estas artes hermanas del arte
teatral no es para conseguir una obra total en cuanto cada una de ellas
se entrega y se diluye en el conjunto, sino en cuanto, unidas al arte teatral,
activan la tarea conjunta cada una en su modo específico, y su relación mutua
consiste en distanciarse recíprocamente.
75
Y debe recordarse una vez más que la tarea del teatro
consiste en divertir a los hombres de la era científica, y esto especialmente
por los sentidos y con alegría. Esto es algo que nosotros, los alemanes, nunca
nos repetiremos bastante, porque está en nuestra manera de ser el que todo se
nos deslice con facilidad hacia lo incorpóreo y lo difuso, lo que nos lleva a
hablar de una concepción del mundo cuando el mismo mundo se nos ha evaporado.
El mismo materialismo no es para nosotros mucho más que una idea. Entre
nosotros, el placer sexual se transforma inmediatamente en deberes
matrimoniales; el placer artístico se pone al servicio de la cultura y por
aprender no entendemos un alegre conocer sino una penosa obligación. Nuestra
actividad nada tiene que ver con el alegre reconocimiento del mundo en torno,
y, para justificarnos, no hablamos del placer que hemos tenido en algo, sino
del sudor que nos ha costado.
76
Tenemos que hablar aún de la representación ante el
público de lo que se ha ido elaborando en los ensayos. Es necesario que la
misma actuación presuponga el gesto de querer mostrar algo acabado. Al público
se le presenta lo que se ha repetido muchas veces a base de suprimir muchas
cosas y, por ello, las representaciones acabadas deben presentarse con plena
conciencia para que con plena conciencia sean recibidas.
77
Porque las representaciones deben dar paso a lo
representado, a la convivencia de los hombres, y el placer ante su perfección
debe ser realzado por el placer, aún más alto, de ver que las normas de la
convivencia humana aquí expuestas son tratadas como pasajeras e imperfectas. En
esto el teatro permite a sus espectadores el permanecer
activos más allá de lo que se ve. En su
teatro, el espectador podrá disfrutar en forma de diversión de los trabajos
terribles e inacabables que le da su lucha por la vida y también de lo terrible
de su incesante transformación. Aquí podrá realizarse el espectador de la
manera más sencilla; porque la manera más sencilla de existencia es la que se
da dentro del arte.
BERTOLT BRECHT: EL PEQUEÑO ORGANON PARA TEATRO ESCRITO EN 1948. Traducción de Christa y José María Carandell. Editorial Don Quijote.
FORMA DRAMÁTICA
|
FORMA
ÉPICA
|
Se
actúa.
|
Se
narra.
|
Incluye
al espectador en la acción escénica.
|
Hace
del espectador un observador.
|
Absorbe
la actividad del espectador.
|
Despierta
la actividad del espectador.
|
Le
hace experimentar sentimientos.
|
Le
obliga a adoptar decisiones.
|
Provoca
la vivencia.
|
Aporta
una visión del mundo.
|
El
espectador se introduce en el conflicto.
|
El
espectador es puesto frente al conflicto.
|
Se
apoya en sugestiones.
|
Se
apoya en argumentos.
|
Las
sensaciones no se procesan
|
Las
sensaciones se proyectan a la. conciencia.
|
El
espectador se identifica con el héroe
|
El
espectador frente al personaje lo analiza
|
Presenta
al hombre como algo totalmente conocido.
|
Presenta
al hombre como objeto de investigación.
|
El
hombre es inmutable.
|
El
hombre es mutable y modificador.
|
La
tensión va hacia el desenlace.
|
La
tensión va hacia el desarrollo.
|
Las
escenas son interdependientes.
|
Las
escenas son autónomas.
|
La
acción va "in crescendo".
|
Montaje
de escenas, yuxtaposición de situaciones.
|
El
acontecimiento es lineal.
|
El
acontecimiento es curvilíneo.
|
La
acción avanza por evolución.
|
La
acción avanza a saltos.
|
El
hombre como esencia fija.
|
El
hombre como proceso.
|
El
pensar determina al ser.
|
El
ser social determina el pensar.
|
Emocionalismo.
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Racionalismo.
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